La voz de Jesús

 
Oye ahora la voz del Señor… y te irá bien y vivirás.
Jeremías 38:20
Mis ovejas oyen mi voz… y yo les doy vida eterna.
Juan 10:27-28
 Si estamos en medio de una multitud, en la sala de espera de una estación de tren a una hora punta, con los oídos saturados por los ruidos y mil voces diferentes, sabemos cuán difícil es distinguir una voz entre las otras. Pero cada timbre de voz es único, al igual que las huellas dactilares o el ADN, que son verdaderas firmas de la persona. Eso es lo que nos permite reconocer la voz de quienes conocemos o amamos: cónyuge, hijos, padres, amigos…
Y la voz de Jesús, ¿no es una voz clara y reconocible entre el resto de voces? Es la voz que tranquiliza al que tiene temor o dudas, que anima y consuela en medio de la prueba y el dolor. La voz que Elías escuchó en el silencio del monte Horeb fue una voz apacible y delicada (1 Reyes 19:12).
Esa es la voz que escuchamos cuando hacemos callar el resto de las voces, es decir, cuando la escuchamos realmente. Esa también fue la voz que los discípulos reconocieron en medio de la tempestad, cuando Jesús les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Marcos 6:50). Esa es la voz del Pastor que guía a sus ovejas, las protege y también las reprende.
Hoy en día, para oírla, nos basta leer la Biblia, la Palabra de Dios. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7).
“El Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (Hechos 18:9-10).

Vivir a corto plazo


En aquel tiempo estabais sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Efesios 2:12-13
Muchas personas están inquietas respecto a la muerte y tratan, por todos los medios, de no pensar en ella. Disfrutan la vida esperando que será larga y feliz. En contraste con el animal, que no se hace preguntas sobre su condición mortal, el hombre posee la facultad de reflexionar, lo cual lo conduce a una verdad innegable: «un día me voy a morir».
Ante este hecho inevitable hay dos actitudes posibles. La primera es ignorar la muerte, la segunda es considerarla con realismo y prepararse para ella. Pero, ¿cómo? Es necesario escuchar a la única Persona que sabe lo que hay después de ella. Dios dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
La Biblia, la Palabra de Dios, declara que existen dos resurrecciones: una resurrección de vida y una resurrección de condenación (Juan 5:29). La muerte sólo es el fin de la existencia terrenal. Dios quiere dar una vida eterna, y “esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11-12). Para el creyente, la muerte es tan sólo un pasaje para entrar plenamente en la presencia de Dios.
Pero el que decide vivir «a corto plazo» tiene ante sí la terrible espera de un juicio eterno (Hebreos 10:26-27). La diferencia entre el futuro del creyente y el del incrédulo es capital. ¿Cuál es su esperanza?

Una cosa te falta


Afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria.
Aún te falta una cosa.
Lucas 10:41-42; 18:22

A veces nos sorprendemos al ver que alguien que tenía «todo para ser feliz» termine suicidándose. La Biblia emplea una expresión opuesta: “sólo una cosa” cuenta realmente para ser feliz.
El evangelio de Lucas nos habla de un joven rico que buscaba ardientemente la paz interior (Lucas 18:18). Jesús le dijo: “Aún te falta una cosa”, es decir, ser capaz de compartir sus riquezas con los pobres. Su dinero invadía su vida y le causaba muchas preocupaciones. Estar demasiado atados a nuestros bienes materiales hace que seamos infelices y dejemos a Dios en un segundo plano.
El mismo evangelio nos presenta a Marta trabajando sin cesar, preocupada en servir bien a sus invitados. El Señor Jesús le dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria” (10:41-42). María, su hermana, había comprendido la única cosa importante en esta situación: detenerse para escuchar a Jesús, buscar su compañía y aprovechar su presencia. En esos momentos es cuando retomamos la fuerza interior para cumplir seriamente con las obligaciones del trabajo, con interés y gozo, sin desmayar.
Para el apóstol Pablo, “sólo una cosa” contaba: desplegar todos sus esfuerzos para conocer y servir mejor a su Maestro. Él es el único capaz de satisfacer nuestras aspiraciones más secretas y profundas (Filipenses 3:14). Si éste también es el objetivo de nuestra vida, tendremos la «única cosa» necesaria.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...